Edificio Piñeiro

A menudo existe una dualidad histórica que sitúa a la casa entre dos extremos. Por un lado significa alojamiento, cobijo, protección, por otro lado reclamo, escaparate, exhibición. Esta circunstancia nos hace acometer con renovada ilusión proyectos en cierto modo singulares dentro de la homogeneidad del habitar que las costumbres y la normativa nos imponen. Este edificio, pequeño en Calahorra, pero grande en el entusiasmo que los promotores derrochan, participa de esa singularidad. Después de las primeras conversaciones, planteamos “soluciones habitacionales” un poco antes de que se pusieran tan de moda, con unos alzados que incluso hicieron dudar a más de uno.... Esta propuesta última aloja bajo la imagen de un nítido y terso prisma de aluminio, doce apartamentos en los que el protagonista es el espacio único, manipulado para cumplir con los condicionantes legales pero único al fin. El estar, la cocina, el dormitorio, el baño con sus paneles translucidos, fluyen hasta fundirse en una sola percepción. El exterior desde una elaborada sencillez se plantea representativo pero discreto en la búsqueda de la armonía en altura y rasantes con los edificios colindantes. A partir de ahí, esta agrupación de viviendas se sitúa como diría Vicente Verdú “entre la realidad y el deseo, entre el cuerpo y el sueño, entre lo posible y lo anhelado” con el objetivo de cumplir con esa extraña capacidad materna que únicamente las buenas casas consiguen. Poder acoger los sueños y cubrir las necesidades de sus habitantes.