Guardería Municipal | Alberto Cerezo Narváez

Un edificio blanco, del blanco de Conil, del blanco andaluz guarda el color, y expresa el juego en el movimento de sus cajas, y por tanto la alegría, como un divino tesoro, la alegría de la niñez. En un entorno indefinido, difuso y desdibujado, el edificio se posiciona en el solar sin dar respuesta concreta a ninguno de los linderos. Se vuelca sobre sí mismo y genera los espacios en su interior mediante el juego de llenos y vacios que se traducen en interiores fluidos, patios, terrazas, dobles alturas, visiones cruzadas y luz..., tamizada, reflejada o directa, pero siempre luz. Una banda central da cabida a los espacios mas nobles de la guardería y dos bandas laterales en las que se sitúan las aulas y para casar y articular estas bandas dos lazos de servicio y comunicaciones. Las fichas con las que se empieza a jugar son las aulas, con las certeza de que a partir de su colocación dentro del esquema expuesto, cada espacio intersticial va adquiriendo su propio significado. La decisión de que las aulas de arriba ocupen en el cubo la posición de los vacios dejados en planta baja por el resto de aulas es suficiente para ir casando y creando ese juego de llenos y vacios, positivo y negativo, o....¿simetría?¿hemimetría? Un edificio sin transito intenso en su interior, requiere espacios de estancia, de ahí que las comunicaciones se produzcan encajonadas en esas franjas y se ceda terreno a otros espacios de mayor interés para este peculiar grupo de alumnos. Espacios intersticiales que desarrollan cualquier función que se les demande, pero respondiendo de una manera distinta cada vez. Las aulas son concebidas como un núcleo fijo y constante, donde servicio y descanso se encuentran integrados.