URBE Y CIUDAD | JUAN CARLOS PELLEGRINI RICCARDI

El proyecto se basa fundamentalmente en la idea de transformación, no ya solamente de la urbe sino de los hombres que conforman la ciudad y que desde un centro de generación artística, concentre inteligencias y voluntades por medio de la fuerza centrípeta del hecho de reconstruir la ciudad a partir de las artes, y por otra parte a la manera de un despliegue centrífugo que irradie modelos de transformación, a través del respeto por lo existente en cuanto plantee una vida digna de ser mejorada, una vida plena, a partir de un instrumento dinámico de ejecución que evite recurrir en los errores habituales de los planteos urbanos masivos. La Institución Taller de la Ciudad, Taller Humanístico, Taller Artístico, Taller Arquitectónico, representará el ente dinámico de la transformación, de la investigación y solución de los problemas globales, del hombre concreto, del habitante de la ciudad con sus problemas particulares. Esta dinámica desembocará en una verdadera justicia y una real economía del plan total, y entonces desde lo físico, advendrá una repartición justa y armoniosa del lugar y sus espacios y la adecuación a las soluciones dimensionales particulares. Naturalmente, se piensa aquí en una desconcentración del problema, en un trabajo realizado y vivido en el lugar y conducido por los propios actores a la manera de maestros y discípulos, desgajado de instituciones masivas que exigen una pesada burocracia. Princi-pio que posibilita una verdadera capacitación a quienes lo lleven a cabo. Una arquitectura que indague y sugiera las nuevas formas a partir de lo que existe pero sin fijarlo en planteos especulativos abstractos. De este modo la teoría de un nuevo urbanismo advendría de los propios hechos.
La dirección y ejecución del plan será realizado por los autores del presente proyecto general, en etapas y criterios (en el espacio y en el tiempo) en que cada parte irá incorporándose a las diversas actividades hacedoras de la vida y las obras de la ciudad, para construir la urbe, la ciudad de las artes. Esto adquiere, según el orden totalizador propuesto máxima elasticidad y desde el comienzo integra a los diversos operadores sociales, sectores de la sociedad con su interés particular en participar con su concreto aporte.
El grupo de gente que trabaja aquí, ubicando a cada partícipe en su lugar, tiene la posibilidad de resolver la arquitectura y la construcción en el orden real de su manifestación en forma inmediata y en su propio contexto. Entonces, como consecuencia se habrá gestado un nuevo orden, se habrá promovido un orden educacional, una novedosa forma de cultura, un cultivo integral, adquiriendo la arquitectura su mas alto valor pedagógico. De esta forma nacerán las instituciones que como verdaderos arbotantes y contrafuertes evitarán la segregación, origen del encogimiento, serán instituciones abiertas que viabilizarán el intercambio entre esta comunidad, entonces organizada y el resto de la sociedad.
La transformación no busca reproducir un cierto tejido urbano, sino a diseñar un modo de aproximación al tema, que evitando las abstracciones intelectuales busque una plenitud en las formas dadas. Porque nada consideramos tan nefasto como la postura que desvió tantas veces al urbanismo: la búsqueda de una “ciudad ideal”, de una utopía inexistente donde la simplificación de los complejos problemas del hombre parecen aclararse ante la razón. Toda obra arquitectónica lograda es transformación; transformación de un lugar que antes existía y espera su plenificación, aún cuando ese lugar no haya sido tocado por la mano de la naturaleza.