Mediterrani 32 | Daniel Isern

“For me, a landscape does not exist in its own right, since its appearance changes at every moment; but the surrounding atmosphere brings it to life - the light and the air which vary continually. For me, it is only the surrounding atmosphere which gives subjects their true value.” Claude Monet. The project for this house emerged from a very simple premise, to build on a very steep piece of land with a gradient of almost 100%, boasting wonderful views and on a tight budget. It was this highly complicated plot of land, surrounded by pine trees, that defined a good part of this project. The land, and its perspectives, constantly changing as the hours pass, the colour of the trees, the movement of sun and shadows… On the one hand, the reduced dimensions of the plot and its complex orography, and on the other the desire to leave the minimum imprint on the land led us to seek out a floorplan which, matching the trees that surround it, emerges from a trunk well anchored to the land and opens up in braches on each floor, in such a way that each branch becomes the terrace of the upper level at the same time as it becomes the porch of the lower one. All this helps create a very formal building, with huge cantilevers facing out to emptiness, the woods and the sea which lie before it. A structure which opens up to these views and the sun, and which thanks to the terraces and the porches confuse the interior with the exterior. A building which is equally formal in both its volume and the materials which compose it. Concrete, iron, timber and stone combining in a way that emphasizes the character of each one. In the end, the whole building represents a dialogue between emptiness and fullness, between materials, between outside and inside; seeking out a balance between these highly contrasting parts. [ES] El proyecto de esta casa a medida arranca de un programa muy sencillo, en un terreno con una pendiente que casi llega al 100% con unas vistas muy privilegiadas y un presupuesto ajustado. Es este terreno tan complicado rodeado de pinos lo que define buena parte del proyecto. El terreno, y sus vistas, marcadas por el paso de las horas, el cambiante color de los árboles y el mar, el movimiento del sol y las sombras ... Por un lado, las reducidas dimensiones de la parcela de difícil orografía y por la otra la voluntad de dejar la mínima huella sobre el terreno condicionaron la búsqueda de una planta que al igual que los árboles que la rodean arrancara de un tronco bien anclado al terreno y se fuera abriendo en ramas en cada planta, de forma que cada rama hiciera a la vez de terraza de la superior, y de porche de la inferior. Todo esto lleva a un edificio muy formal, con grandes voladizos que miran hacia el vacío, hacia los bosques y el mar que queda delante; que se abren hacia las vistas y al sol, y que gracias a las terrazas ya los soportales confunden el interior con el exterior. Un edificio muy formal tanto en los volúmenes como en los materiales que lo componen. El hormigón, el hierro, la madera y la piedra se combinan encontrándose a sangre enfatizando el carácter de cada uno de ellos. Al final, todo el edificio se plantea como un diálogo entre vacíos y llenos, entre materiales, entre inteirores y exteirores; buscando el equilibrio entre unas partes muy contrastadas