Teatro Municipal | Alberto Cerezo Narváez

Más allá de la bondad del edificio siempre queda la presencia en el territorio y su influencia en el mismo. En un entorno en claro proceso de transformación, es fundamental prever las consecuencias de su implantación, atendiendo a situaciones futuras y a la coexistencia con edificios de muy diversa entidad (zonas verdes (longitudinalmente) y un tejido viario en desarrollo que organiza manzanas destinadas a uso residencial), afinando las relaciones de forma, volumen y masividad. El edificio se desarrolla con una volumetría contundente, hasta levantar la cabeza, mirar y presentarse, con un skyline urbano fiel reflejo de los usos que contiene. En esta banda se saltean los volúmenes principales del conjunto, trinchados por un eje de simetría organizador. Como ocurre en su entorno los llenos y vacios se suceden generando lugares de encuentro y estancia, cubiertos y al aire libre...luz y sombra. Vacíos que se relacionan directamente con el exterior, con el entorno. Espacios de transición (el patio, la cafetería, el vestíbulo, la sala de exposiciones, el graderío) potencian la socialización del edificio y su esparcimiento con el espacio urbano. Dos gestos, a modo de ideas, subrayan la intención del mismo: El paseo, orgánico en sus formas y desarrollo, como contraposición a la geometría del edificio,... a su módulo y el patio, que irrumpe en el tejido urbano, como lugar de encuentro y de transición entre el espacio escénico y el centro cultural. La planta del edificio es un fiel reflejo de su volumetría, no escondiendo nada al visitante. Los volúmenes se suceden a lo largo de la banda, separados por fracturas, vacíos, que proporcionan iluminación natural y transparencia entre la ciudad y la sierra. Este esquema posibilita el funcionamiento independiente de cada uno de los usos más significativos del edificio: teatro, graderío al aire libre, centro cultural (salas de exposiciones, salas de conferencias, escuelas-taller) y cafetería.