Puente sobre el Río Guadalete

La importancia urbanística de construir un nuevo puente sobre el río Guadalete, en la zona más noble de la ciudad, está fuera de toda duda; y por ello no debe plantearse el diseño de este puente sin analizar su significación plástica en un entorno urbano tan consolidado (histórico) y con tanta personalidad como el que forman el río y sus márgenes, a un lado la ciudad asomando su serena arquitectura, y al otro, el muelle pesquero, con su antigua lonja y su fábrica de hielo. La solución que se presenta resulta sencilla, serena y elegante; la más neutra para la ciudad y, al mismo tiempo, la más tecnológica y compleja; utilizando una tecnología consolidada de vanguardia, una técnica que queda oculta discretamente en su lugar, sin aparecer aparatosamente y que está sólo al servicio de la función que debe prestar un puente urbano que es el paso de peatones y vehículos y no al servicio de una nueva pretendida nueva imagen, como si fuera una nueva escultura o adorno urbano, que El Puerto de Santa María no necesita en absoluto en estos momentos. Consiste en que la ciudad recupere su presencia ante el río de una manera activa y dinámica, estudiando los márgenes desde Pozos Dulces hasta la desembocadura (desarrollo del Parque Urbano de la Ribera). No debiera construirse un puente nuevo con formas redichas o manoseadas, con formas que nada añadirían a su personalidad histórica y urbana. Es una ciudad que no necesita símbolos ornamentales y menos cuando son técnicamente innecesarios, como en el caso de este puente. Este puente nace de un discurso riguroso, despojado de toda pretensión estética. Un diseño con sobriedad y rigor en la elección de medios de expresión, con obsesión por la exactitud en la elección de los materiales y la perfección técnica en la realización de los detalles.