CENTRO ESCOLAR MUNICIPAL EN SAN MARTINO

Ausente la ciudad, la arquitectura se vuelve paisaje. Rehúye todo mimetismo con el contexto natural existente y se relaciona con este en forma de contrapunto.  Como un mineral, surge del terreno y, a través del artificio de la horizontalidad, se hace contenedor de actividad humana. Su aparente autonomía formal se justifica por un uso exacto de las proporciones , que permiten plasmar un volumen que hace de su armonía ”inducida”  el elemento de relación con la otra armonía “espontanea” del paisaje. El edificio protege en su interior un jardín secreto que, lejos de ser una tímida recompensa por la insanable alteración producida en el terreno, se configura como un fragmento de paisaje ahora ya metabolizado por la acción del hombre.