Aragonia | Rafael Moneo

Nada mejor para introducir este proyecto que remitirnos a la memoria que se escribió en su día y en la que puede leerse: “Convertirse en el punto de encuentro del área residencial densamente poblada que va de Delicias a la Romareda, no mediante una propuesta monumental y sí, en cambio, mediante una arquitectura que nos hable de la riqueza y diversidad de la vida social hoy, es lo que pretende el complejo Aragonia. Un complejo que frente a la idea de un contenedor unitario, capaz de albergar las más diversas funciones, ofrece como alternativa hacer uso de los principios de la arquitectura del Movimiento Moderno, que tanto hincapié hizo por aproximar forma y función. Y así, sobre la base cuidadosamente estructurada en la que los itinerarios que conectan el complejo con la ciudad juegan tan importante papel, vemos aparecer los volúmenes que en su longitudinalidad nos anuncian que albergan un hotel, los afilados bloques de vivienda compuestos cada uno de ellos por cuatro prismas que se articulan en torno a un núcleo, y por último la torre de oficinas, cuadrada y esbelta. El resultado es un volumen animado y vivo en el que la base continua que define las plantas bajas da lugar a un espacio abierto en el que la vida del edificio se manifiesta en toda una serie de actividades (comerciales, hosteleras, deportivas) y qué dan constancia de la disponibilidad del proyecto Aragonia. Las fotografías y dibujos que acompañan a esta presentación dan razón de la complejidad del proyecto.”
Si todo lo dicho hasta aquí hay que entenderlo como una declaración de intenciones previas a la redacción del proyecto, nos gustaría ahora decir algo a propósito del papel que los materiales jugaron para alcanzar las metas buscadas. Y así debemos hablar del definitivo papel que en la arquitectura de Aragonia tiene la cerámica. Pues si bien hemos insistido en cuanto valorábamos el que los edificios se produjesen con independencia, también nos interesaba dar al conjunto una cierta unidad que, manteniendo viva la condición abstracta de los diversos volúmenes, permitiese verlos como pertenecientes a un mismo conjunto. Es entonces cuando se acude a la cerámica al proporcionarnos ésta una pieza capaz de transformar la cuadrícula cartesiana de los muros cortina convencionales en una texturada trama de la que hablaremos ahora.
Y así, frente a la planitud del cerramiento vítreo convencional, la trama cerámica que se superpone al mismo dota a las superficies de unas condiciones sensoriales – color, tacto, figura – que convierten los volúmenes en activas piezas atentas al paso de las horas. La trama cerámica cubre y unifica los volúmenes, a un tiempo que hace evidente la singularidad del complejo. El empleo de la cerámica como definitivo acabado de un muro cortina supone una cierta novedad. Sin entenderlo como un inesperado descubrimiento, si nos gustaría decir que no conocemos tantas referencias que hagan de la cerámica, en íntima simbiosis con los muros cortina convencionales, una alternativa a los sistemas constructivos tradicionales. La pieza A (de Aragonia) abre a nuestro modo de ver una nueva vía desde la que afrontar el problema que siempre supone el cerramiento. Y ello con un material como la cerámica en el que se combinan la tierra y el fuego, los pigmentos naturales y los procesos industriales, la geometría y la técnica. Dos observaciones todavía, por un lado decir que la pieza A que se ha utilizado en el hotel, la torre de oficina y la base del complejo no ha sido óbice para haber utilizado piezas ya exploradas, como las empleadas en las torres de vivienda, mostrando así la flexibilidad de la misma para convivir con otros diseños. Por otro mencionar que al usar la cerámica cumplíamos también con el deseo de que los materiales usados en Aragonia procediesen de Aragón. La pieza A ha sido producida por Gres de Aragón, empresa radicada en Alcañiz y que prolonga y extiende la larga tradición del uso de la cerámica en la arquitectura de dicha tierra. La cerámica como seña de identidad aragonesa de Aragonia.